Escuchando crecer: a Madrid le gusta el verde

Reflexión final de Aida Rodríguez sobre Madrid Escucha.

No tenía nada claro que era la mentoría, pero sonaba tan interesante poder participar en Madrid Escucha… Y de paso intentar entenderlo, y además hacerlo en Medialab… ¡y también de paso intentar entenderlo! Así que pensé que no había mucha duda, era una suerte y había que aprovecharla. De manera que, sin mucho más, llegué a un espacio para mí desconcertante, a participar en algo que no sabía si entendía, pensando que todo estaba bien, que lo inesperado casi siempre daba lugar a cosas estimulantes.

Las primeras impresiones fueron sobre todo intensas, exigentes… y buenas, eso también, eso sobre todo. El equipo de trabajo, coordinadores y otros mentores, me tenían fascinada. Con unos malabarismos que yo no podía dejar de mirar iban dando forma a un proceso mutante y muy rápido en el que eran capaces de hacer extractos, diagnósticos y dar respuestas muy prácticas en tiempo récord. Esta parte, que se dio casi cada día de trabajo, fue una gimnasia mental que no siempre tenemos la suerte de encontrar con quien practicar, y fue un placer, y para mí un gran aprendizaje.

La siguiente aproximación fue a través de los grupos de trabajo, los proyectos de Jardinería vecinal y Fiesta del árbol. Yo vengo de una formación en medio ambiente y también de la participación social con objetivos de renaturalización urbana. Me encontré muy sorprendida e ilusionada al ver que tres de los nueve proyectos presentados estaban centrados en el protagonismo de los espacios verdes en la ciudad. Al acercarme a promotores y colabores era muy fácil notar el deseo de transformar Madrid con ese foco en lo ambiental dentro del espacio urbano pero con una diferencia radical a lo que se ha ido desarrollando en los últimos años en el marco del urbanismo verde. Esa diferencia es de algún modo la clave, para mí, el giro o la apuesta que supone Madrid Escucha: esa transformación de la ciudad venía de la mano de ciudadanos trenzados con la institución.

Y es ese punto, que es aplicable a todos los proyectos, lo más potente de la iniciativa de Madrid Escucha desde mi experiencia. Impulsar y legitimar la capacidad de ciudadanas, vecinas, de sentir –de que sintamos- como propios barrios, colegios, árboles o calles y por lo tanto decidir sobre las relaciones, presentes y futuras, con estos espacios o elementos. Esto tan aparentemente sencillo es, para mí, una revuelta. El cuidado de lo común pasa por entender, interiorizar,  que es nuestro y por lo tanto somos responsables de su situación, su cuidado y su deriva. Esto se observa de manera muy llamativa en los montes, campos, en lo rural, pero cada vez es más manifiesto en las ciudades. Aquellas en las que los habitantes se vinculan con su desarrollo y cuidado son los lugares donde parece posible desarrollar vidas que uno quiere vivir y, además, enlazando con la cuestión de la renaturalización, son esas ciudades las que van a ir permitiendo una ruptura de las barreras campo-ciudad que tan importante sería ir eliminando.

Dentro de ese proceso de apropiación o reapropiación de la ciudad, el hacerlo junto con la administración engrasa muchos de los pasos difíciles y legitima ese proceso de puertas hacia afuera. Hasta el momento conseguir esa colaboración era tremendamente complicado, en ocasiones caprichoso o al alcance de muy pocos. A lo largo de las sesiones de trabajo se vio cómo la relación entre estas dos partes podría llegar a desarrollarse de una manera muy distinta y no a tan largo plazo como podríamos pensar. Las afinidades, la intención de colaborar, la capacidad de dejar de lado discrepancias para lograr avanzar en los tiempos tan cortos que proponía el desarrollo del proyecto fueron otros grandes descubrimientos. Hubo otros muchos pequeños aprendizajes en la evolución de cada grupo, las mutaciones en las ideas de partida y las intenciones de cada participante.

Volviendo de nuevo al párrafo inicial, los cambios tan rápidos (como consecuencia de la dinámica de los grupos y de la del propio Madrid Escucha), junto con las interacciones con técnicos, otros grupos, coordinadores y mentores, hizo de cada jornada un ejercicio muy exigente pero estimulante. Intentar aportar sin entorpecer, ayudar en los procesos intentando no distorsionarlos. Como con las plantas, a veces es difícil pretender mejorar algo que se desarrolla de manera natural. Buscar el equilibrio entre intervenir y observar para el autoaprendizaje no es sencillo. Igual que con las plantas, yo he intentado facilitar un crecimiento y desarrollo que estaba sucediendo, y era hermoso de ver, interviniendo de la mejor manera que he sabido.

Laboratorio Madrid

Reflexión final de Enrique Espinosa sobre Madrid Escucha.

 

La innovación es uno de los términos de moda de la última década, sin duda. Muchos términos van y vienen, suben al número uno pero luego se quedan en un vago recuerdo como la mayor parte de las canciones del verano… Pero «innovación» lleva una década fuerte y ha dejado atrás a otros compañeros que siguen activos pero rezagados (procomún, correo electrónico, emprendimiento, etc.) y a muchos otros que están olvidados aunque algunos floreciesen en nuevos términos y mundos -algo muy propio de nuestro tiempo de innovación: second life, messenger, dvd, ipod u otros aparentemente lejanos como potencia, turbo, tabaco o sopinstán-.

En los años 90 y primeros 2000 la idea de I+D (Investigación y Desarrollo) movía los imaginarios del progreso y de las economías mundiales (seguramente con menos intensidad y compromiso del que hubiera debido), siendo un término que implica considerar inversión económica para producir conocimiento. En la última década a Investigación y Desarrollo se le ha sumado la Innovación (I+D+I), suponiendo, como explican en un artículo de 2007 Alejandro Jadad y Julio Lorca, una estrategia circular en la que la innovación moviliza recursos (fundamentalmente humanos) para producir plusvalía, es decir, la innovación permite cerrar lógicas entre economía y progreso poniendo en el centro a las personas, personas que intercambian ideas, conocimiento, energía y, seguramente, afectos, para que ese conocimiento emergente produzca valor.

Conexiones Improbables es por ejemplo un programa paradigmático en el mundo de la innovación de la última década, y desde 2010 (con varios autoprecedentes previos) desarrolla una agenda que remezcla prácticas artísticas y creativas con contextos empresariales para permitir que un cambio disruptivo emerja posibilitando la incorporación de nuevos valores en los entornos en los que se ensaya. Este modelo de innovación abierta es precisamente «abierto»; la propia condición y objeto de la innovación se definen durante el proceso, y a veces la plusvalía resultante del proceso será afectiva, otras incrementará ciertas eficacias, o dará mayor visibilidad, o mejorará la calidad de vida de los miembros de la comunidad empresarial… En este modelo solo cabe por supuesto el riesgo, y por tanto, el fracaso, porque el fracaso es la mejor herramienta de aprendizaje y mejora posible.

En Medialab-Madrid con anterioridad desde 2002 y en Medialab-Prado desde 2007 se lleva ensayando la cultura del prototipado dentro de laboratorios de innovación colectiva, compartiendo estos mismos principios. Uno de los grandes retos de Madrid Escucha es poder extender esta idea de espacio de innovación a una ciudad capaz de impulsarse a sí misma empujando hacia la realidad las ideas y sueños de sus ciudadanxs, deseos que al compartirse cambian, mutan, se remezclan y evolucionan para mejor. En realidad estos principios de innovación bottom-up o interna se dan desde hace algunos años en numerosos contextos empresariales donde se ha entendido que hay un conocimiento equivalente a innovación latente en cada uno de los trabajadores de dicha comunidad, y que puede ser activado mediante dinámicas adecuadas revirtiendo en la empresa (y digo «adecuadas» en dos sentidos, que eviten cierta perversión latente en estas premisas, o que permitan que efectivamente se activen esas energías latentes). Estas lógicas habitualmente alineadas con la rentabilidad resultan emocionantes si se abren y transfieren a contextos públicos con otros objetivos como podrían ser la mejora de la calidad de vida en nuestras ciudades o la ideación de futuros urbanos más participados y sostenibles.

Una idea interesante del concepto de «laboratorio» es cómo ha evolucionado la lógica del mismo trascendiendo la imagen arquetípica que tenemos de un espacio cerrado donde un investigador entrega su alma a la ciencia (el modelo de finales del siglo XIX o inicios del XX propio por ejemplo de los Curie). En realidad este modelo de laboratorio y por tanto de innovación cambió a mitad del S. XX hacia otro diferente, el del gran complejo de investigación (el laboratorio como gran ciudad hiperespecializada y tecnológica). Sin embargo en las últimas décadas, como apunta Peter Gallison en su artículo «The architecture of science», también el laboratorio, como la propia sociedad, tiene tendencia a operar cada vez más en red, en nodos distribuidos donde la clave no está en cada probeta sino en la suma de personas y prácticas experimentales coordinadas. Este principio evidente en la ciencia clásica y en los movimientos sociales podría articularse perfectamente en el espacio de la «ciencia ciudadana». En este sentido, Madrid Escucha ha supuesto una experiencia prionera esperanzadora para, junto a otros laboratorios, experiencias y comunidades afines, poder seguir posibilitando que Madrid sea un gran laboratorio de ciudades del futuro y de futuros para las ciudades, donde sociedad civil, entidades culturales, tercer sector y administración pública trabajen, aprendan e innoven juntos. Y como toda experiencia pionera, lo mejor está por llegar.

El cambio como camino

César García Sáez , mentor en los talleres de producción comparte su reflexión final sobre su experiencia en Madrid Escucha:

Las dos semanas de Madrid Escucha volaron como una exhalación. Fueron días intensos, en los que se intercalaron las sesiones con los técnicos con otros momentos para la reflexión y la síntesis.

Como todo proceso creativo Madrid Escucha tiene sus altibajos, momentos de avance y bloqueos importantes, en los que el grupo debe replantearse cuáles son los objetivos alcanzables. También son de vital importancia las motivaciones de cada una de las personas para embarcarse en esta aventura, para remar junto a sus compañeros improvisados buscando un destino común.

De esta primera edición de Madrid Escucha me llevo tres ideas clave:

1. Alineación de promotores y técnicos: a menudo pensamos que el mundo del activismo ciudadano está totalmente desconectado de la administración, que hace oídos sordos a estas movilizaciones. Durante las numerosas reuniones entre técnicos y participantes muchos han descubierto con sorpresa cómo ambas partes estaban trabajando sobre temas similares, e incluso cómo sus planteamientos y marcos de referencia eran similares. Madrid Escucha ha ofrecido una magnífica oportunidad para poder romper estos prejuicios y preconcepciones, hablando de persona a persona y tratando de colaborar en ambos sentidos de una forma muy natural y flexible (dentro de los límites temporales del formato).

2. Lo que obtienes está en relación directa con lo que aportas: esta convocatoria de Madrid Escucha ha reunido a multitud de personas con distintos perfiles, trasfondos y experiencias vitales. Según la situación particular de cada uno, ha podido asistir a más o menos sesiones y dedicar tiempo en la semana intermedia para avanzar en su proyecto. En este tipo de procesos, el aprendizaje está emparejado a la dedicación, a la profundidad con la que cada uno quiera bucear en un tema, encontrándose en un entorno propicio para contrastar y elaborar modelos más ricos y complejos de los que haría cada uno por su propia cuenta.

3. Madrid Escucha como comienzo: todo proceso de cambio duradero requiere la alineación a largo plazo de muchos agentes. Este encuentro ha servido como primer paso, como inicio de una serie de comunidades primigenias que reúnen a personas con las mismas inquietudes y cuestiones. Espero que podamos observar durante estos próximos meses cómo maduran estos equipos y cómo van mutando para conseguir llevar a cabo el cambio que proponen en la ciudad.

Para algunos equipos, la propia experiencia de Madrid Escucha habrá sido suficiente, para crear un prototipo, para trabajar con otras personas y conocer otros puntos de vista sobre el cambio en las ciudades. Para otros equipos, esta convocatoria sólo habrá sido un inicio, un momento de inspiración, del que salir reforzados y acompañados para acometer los cambios planteados.

Se hace necesario por tanto, una vez acabada la convocatoria, articular el camino posterior, facilitar el encuentro de aquellos equipos que quieran continuar con su trayectoria y apoyar estos procesos de transformación urbana.

De cara a futuras convocatorias, considero clave sumar a los participantes de estas primeras ediciones para que cuenten y narren sus experiencias posteriores. Solo a través de este tipo de prácticas se podrá crear una verdadera comunidad de aprendizaje en torno a la participación ciudadana, que transcienda el formato de convocatoria individual para enlazarse con los que vinieron antes y los que tendrán que venir para construir las ciudades del futuro.

La «utopía» de Madrid Escucha se transformó en la suma de muchas utopías concretas

Roberta Di Nanni, mentora en los talleres de producción comparte su reflexión final sobre su experiencia en Madrid Escucha:

«La utopía casi siempre se vincula a algo abstracto, en general a “algo precioso pero imposible”. Sin embargo, si nos referimos a ella como expresión de la voluntad (y no como una dimensión de la esperanza), ahí es cuando la utopía se transforma en una herramienta de trabajo que nos sirve para explorar de forma sistemática todas las posibilidades concretas.

Utopías concretas, que a partir de un análisis crítico de la sociedad actúan para la creación de nuevos posibles estilos de vida y nuevos modelos de comunidad.

En Madrid habrá azoteas de colegios transformadas en aulas medioambientales y espacios públicos de sus alrededores diseñados junto con las comunidades educativas. Habrá espacios de crianza compartida y escuelas de bici a nivel de barrio. Se podrán utilizar las calles para hacer fiestas de bajo impacto, será posible cuidar los alcorques de nuestras calles, festejar el día del árbol o recuperar la madera noble para que no vaya a los vertederos. Y habrá bancos abatibles en las calles estrechas para que las personas mayores puedan descansar subiendo una cuesta. Esta no es la ciudad ideal del Renacimiento, sino la que se estuvo trabajando durante tres intensas semanas de taller en Medialab-Prado.

He estado como mentora en Madrid Escucha y lo que al principio parecía una utopía se ha convertido en muchas utopías concretas, en proyectos realmente capaces de transformar la realidad. En las mesas de trabajo los pasos dados han sido muy heterogéneos. Proyectos muy ambiciosos han podido ordenar y precisar sus objetivos. En torno a algunos de ellos se han creado nuevas sinergias y nuevos colectivos de acción; en otros casos se han realizado prototipos muy detallados y en otros se han tejido redes con otras políticas de transformación urbana.

Desde el principio he interpretado Madrid Escucha como un proceso de interacción entre actores y no como un proceso de asimilación de los actores informales en la esfera del gobierno. Un espacio donde hacer emerger los posibles conflictos y eventualmente negociar las diferencias. A posteriori puedo decir que Madrid Escucha ha sido un espacio experimental donde se han abierto nuevos canales de comunicación entre los proyectos y las instituciones, que han podido conocer y reconocer la densidad de grupos y colectividades que cada día construyen ciudad.

Cada grupo seguramente se habrá llevado a casa algo muy diferente de lo que imaginaba antes de empezar y, aunque a la mayoría le parecerá que todavía queda mucho por recorrer, lo más duro ya está encaminado, ya que todos los proyectos han podido poner a prueba sus ideas en un contexto real, tanto técnico como normativo.

¡Buen trabajo a todos!»